El anuncio de la pre-candidatura presidencial de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner generó una conmoción en el universo político actual y puso en tensión las estrategias comunicacionales de Cambiemos. El gobierno, destacado por los constantes inconvenientes económicos, la fuga de capitales y el endeudamiento serial, se encuentra en un momento de indecisión y estancamiento discursivo. El motivo no es solamente la aparición de la fórmula Fernández-Fernández, sino también el propio río revuelto que condiciona cada día más la figura del presidente Mauricio Macri.
Desde hace una semana, la gestión comunicacional del macrismo se halla en un estado de indiferencia, que busca empujar los “logros” enunciativos de otros tiempos (“No aflojemos”, “Es por acá”, “No volvamos al pasado”) y pretende mostrarse saludable a partir de exposiciones de avance y trabajo de gobierno, en detrimento de la rosca política protagonizada por sus rivales electorales.
De esta manera, tanto en Twitter, como en Instagram y Facebook, el líder de Cambiemos se muestra como un testigo que visita lugares reparados o creados (rutas, terminales de transporte, puertos, campos), que explicitan una lógica de “construcción” a pesar de la adversidad. Esta estrategia que ofrece una continuidad en el discurso, apelando también a la practicidad de “los defensores del cambio” que intervienen en conversaciones cotidianas (ya sean digitales o personales), la arremetida “vietnamita” y al artilugio de “lo peor ya pasó” es, hoy por hoy, la materia prima principal de la alianza gobernante.