En el contexto de muchas sociedades de América Latina y el Caribe -con alta incidencia de pobreza, desigualdad y, consecuentemente, baja cobertura y calidad de los sistemas de protección social-, el envejecimiento poblacional genera mayores responsabilidades en las familias respecto de los individuos mayores que las integran. En estos contextos, las dinámicas mismas de composición y estabilidad en las familias y unidades domésticas pueden originar que las acciones de cuidado se concentren en la figura de las mujeres adultas, que pueden recibir colaboración de otros miembros más jóvenes. Y más aún, estas interacciones suelen trascender el ámbito familiar, alcanzado a las relaciones de amistad y vecindad. Por tal motivo, la noción de unidad doméstica se revela como operativa a los fines de caracterizar etnográficamente esta multiplicidad de interacciones. En el contexto de tales unidades, se amplían las oportunidades de solidaridad intergeneracional, trascendiendo el ámbito familiar. En estos contextos, esos tipos de solidaridades reemplazan los vacíos derivados de la poca o nula presencia de otras instituciones como dispositivos de protección y de cohesión para los mayores.