En este número especial los editores propusieron responder a las preguntas: ¿Están los ciudadanos en condiciones de incorporar el espíritu científico (el compromiso con el conocimiento, el régimen de objetividad, atender a lo que no es obvio, etc.) en sus deliberaciones públicas? ¿Es ello requisito necesario para la democracia? Para responderlas pueden utilizarse dos estrategias. La primera, consistiría en proporcionar una respuesta afirmativa o negativa adecuadamente fundamentada. La segunda posibilidad sería repensar la pregunta teniendo en cuenta aquellas cosas que el interrogante supone. En esta ocasión elegiremos la segunda táctica argumental porque encontramos un supuesto, en principio disputable, que se relaciona con la manera de presentar lo que se denomina “espíritu científico”.