El discurso heterosexual, como discurso de “normalidad” fue visto hasta hace pocas décadas como el único posible por las culturas educadas de acuerdo a la moral eurocéntrica. Ese discurso como tal no se cierne a la palabra, sino a las prácticas sociales, que derivan de estas. La escuela al ser por esencia un transmisor de los contenidos representativos de la cultura predomínate, tuvo el rol de transmitir desde sus inicios dicho discurso a través de sus prácticas, que guardan en su esencia (como toda practica de violencia simbólica) la facultad de justificar y validar con argumentos científicos las lógicas que la componen, a la vez que tratan de invisibilizar las biopolíticas que las determinan y los efectos que producen en los cuerpos de las personas, sean discentes o docentes. En este ensayo problematizamos sobre el poder del discurso heterosexual y buscamos indagar en el arte de educar en la diversidad, señalando momentos de ruptura a dicho discurso y analizando otros posibles, a partir de la ética, como contra posición a la moral eurocéntrica.