La relación clínica entre el odontólogo y sus pacientes fue sufriendo transformaciones con el correr del tiempo, más precisamente, desde hace décadas. Esto obedece a los avances tecnológicos que permiten actuar en el proceso salud-enfermedad con una dimensión no imaginada hace cien (100) años. "Pero estas posibilidades de intervención tienen también sus lados oscuros. Éstos se producen porque la tecnología médica es cada vez más capaz de introducirse en las esferas más esenciales del ser humano: aquéllas que atañen a la cantidad y calidad de su vida, y al momento y forma de su nacimiento y su muerte". (Trota, R 1996) En el siglo XX el progreso de la medicina plasma el modelo médico-tecnológico y se convierte en eje del sistema sanitario. Los médicos originariamente de la época hipocrática (siglo IV antes de Cristo) sostenían que era ellos quienes estaban capacitados para decidir qué es lo mejor para el paciente. Esta situación era aceptada, ya que el médico era considerado un sabio, "alguien que se acercaba a la técnica, a la prudencia y a la ciencia. Trataba de sustentar su saber práctico en un conocimiento científico (siglo VI – V antes de Cristo) y estaba en condiciones de curar las enfermedades (no como curandero) para restaurar el orden perdido por la enfermedad".(Cragno. N) El médico desempeñaba, entonces, una función de tutor y el paciente el de un "in-firmus", es decir, sin firmeza física y también moral; es así que se prescindía de su opinión y consentimiento, ya que no era capaz de decidir convenientemente lo relativo a su salud.