Una simple mirada en la historia nos permite verificar que siempre hubo procesos de globalización, de pretensiones hegemónicas con uniformidad de algunas culturas y pueblos en relación a otros.
La ecuación de la economía mundial exige mercados en expansión y producción creciente donde la única lógica es obtener la satisfacción consumista que se basa en el derroche por abundancia. Algunos ya crecieron y emitieron generosamente gases de efecto invernadero. Otros países no lo han logrado.
El dato de la realidad es que el 20% de los países generaron el 80% del impacto mundial en la materia.
Su consecuencia es que hay naciones que generaron deuda ambiental (los desarrollados que son responsables del 80 % de las emisiones) y otros son los acreedores (los no desarrollados) entre los cuales está Argentina.
Por tanto la participación en foros ambientales como la Convención de Cambio Climático las más de las veces se asemeja a una reunión de la Organización Mundial del Comercio, discutiéndose huellas del carbono, restricciones arancelarias, compromisos vinculantes monitoreados por unos pocos, condicionalidades previas a cualquier financiamiento.