Aún sin conocer en su momento este texto de Graciela Messina, construir saber pedagógico conjuntamente con docentes de ciencias naturales de escuelas primarias, secundarias e institutos terciarios fue el desafío que nos sedujo hace unos pocos años. Nuestro recorrido como investigadoras universitarias nos había enfrentado a la preocupación, compartida por algunos en la academia, por la distancia existente entre las producciones de la investigación educativa y las prácticas concretas y cotidianas de los y las docentes reales. Esta preocupación nos llevó a movernos desde un tipo de investigación que -aún con la intención de aportar a transformar las prácticas educativas- se producía alejada de los ámbitos concretos, hacia una producción contextualizaday colectiva de conocimientos a partir de la experiencia. Concebíamos a la escuela como lugar de producción de conocimiento pedagógico y a la práctica docente como un conjunto de acciones basado en saberes válidos que necesitan ser considerados. Y acordábamos con que: “Es preciso, por lo tanto, resaltar que considerar al profesor como constructor de su práctica implica rever el papel de la universidad que se coloca a su lado, o sea: demanda una superación del marco actual que se apoya en el modelo de racionalidad técnica” (Dos Santos Rosas y Pacheco Schnetzler, 2003, p.28). La alternativa que encontramos, a fin de superar esa brecha y alejarnos de esa racionalidad técnica, nació del vínculo establecido con docentes del ISFD Nº 168 (Dolores, Pcia. de Bs. As.). Vínculo que originalmente se motivó en la propuesta de ofrecer conjuntamente instancias formativas a docentes en actividad, pero que rápidamente se transformó en una oportunidad de constituir un equipo de investigación mixto (con integrantes pertenecientes al sistema educativo provincial y a la Universidad Nacional de La Plata).