Caer en la escuela pública hoy significa caer en la cuenta que indica cuántos estudiantes argentinos de nivel primario y secundario “no saben leer” y “no comprenden textos”. Según un informe recientemente publicado por la Presidencia de la Nación, un porcentaje cercano al cincuenta por ciento de los estudiantes del 5°/6° año de nivel secundario registran un nivel de desempeño bajo en las pruebas de la calidad educativa que se llevaron a cabo en octubre del pasado año. Estos anuncios por supuesto, se presentan como alarmantes y preocupan al equipo presidencial. No obstante, el resultado y las interpretaciones puramente estadísticas, sugieren asimismo que existe una brecha cada vez mayor entre los desempeños de los estudiantes que asisten a instituciones públicas y privadas; además de sugerir que quienes asisten a la escuela pública obtienen peores resultados debido al ausentismo docente prolongado producto de los paros. En fin, un sinnúmero de críticas a los que día a día ejercemos esta profesión que no implica un trabajo solitario y autodidacta, sino que significa un trabajo en conjunto, inserto en la realidad de las instituciones y a merced de las decisiones políticas. Pero ¿es este resultado novedoso para el sistema educativo argentino? ¿Desde cuándo las pruebas de calidad educativa reflejan en Argentina lo que sucede en el interior de las aulas?