El problema del cambio climático no es asunto que deba limitarse espacialmente, por lo tampoco restringirse a la normatividad de un Estado nacional pues es un proceso degenerativo a gran escala, compromete al mundo entero en la lucha por la preservación del mismo tal como lo conocemos hoy, aunque quisiéramos abordar las políticas, normas y compromisos que tiene Colombia u otro país frente al calentamiento global, no lograríamos verificar un cambio real sobre la contaminación atmosférica a partir de los pocos esfuerzos de pequeñas naciones como lo es Colombia, y en general Latinoamérica; de hecho es bien conocida la situación que estos países en “vía de desarrollo” no generan mayor grado de contaminación, sin embargo pueden ser los peores afectados por la contaminación ambiental que si desarrolla en mayor escala Estados Unidos, Japón, China, Alemania, entre otros –quienes de hecho son los que no se han comprometido con el cambio para detener los daños ambientales y poder garantizar una mejor vida a las siguientes generaciones.
El estudio está delimitado temporalmente a partir de mayo de 1992 cuando se adopta la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Nueva York y la Cumbre sobre la Tierra de Río de Janeiro en 1992, que nos dará un punto de partida para el análisis del desarrollo normativo, pasando por la Protocolo de Kioto en 1997 y su entrada en vigencia en el 2005, la Cumbre de la tierra de Johannesburgo de 2002 y la experiencia de la cumbre de Copenhague en 2009.
Pues bien es pertinente el estudio de estas normas y de la aplicación actual de las mismas para reconocer en ellas sus falencias y fortalezas pues afectan directamente el cumplimiento de las metas propuestas en cada una de estas convenciones realizadas sobre modelos científicos para disminuir las emisiones de contaminación y con ellos los efectos del calentamiento global y el acelerado cambio climático.