En su texto “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, Benjamin sostiene que su objetivo es elaborar una teoría del arte cuyos conceptos no resulten apropiables por el fascismo. Siguiendo ese pensamiento, el presente trabajo se propone contribuir a la elaboración de una teoría política y, específicamente, de una teoría de la democracia, que no pueda ser apropiada por las fuerzas neofascistas contemporáneas. Tal tarea implica un trabajo de reflexión acerca de la materialidad de la propia teoría, esto es, de su estructura conceptual, al decir de Horkheimer en su clásico trabajo sobre “Teoría tradicional y teoría crítica”. Esta reflexión sobre las categorías que ponemos en juego y, con ellas, sobre nuestra práctica de producción de conocimiento es uno de los objetivos centrales de este trabajo.
Con este fin me concentraré aquí en la (re)problematización dialéctica de dos categorías nucleares para una aproximación crítica a la democracia: por un lado, la noción de “autonomía”, con escasa presencia en los debates actuales –con la parcial excepción del contexto germano– y, por el otro, la de “identidad”, ésta sí de una innegable centralidad en el actual horizonte de discusión de la teoría política. La primera de ellas es planteada por Adorno como uno de los presupuestos de la sociedad democrática, la posibilidad de que en ella existan individuos autónomos, pues ésta solo se puede desplegar con personas mayores de edad. Es decir, para Adorno, la autonomía entendida en un sentido kantiano, la capacidad de producir juicios autónomos, es una condición de posibilidad de la configuración de una sociedad democrática. La segunda, en cambio, hace referencia a la conformación de una subjetividad, a la relación del sujeto para consigo mismo, encontrándose esto, a su vez, adherido a la problemática relación con el otro de lo “mismo”. En definitiva, implica indagar el modo en que se tiende el lazo político con el otro.