La dificultosa incorporación de consideraciones en torno a las relaciones de género en los estudios de estructura social ha sido y continúa siendo señalada tanto a nivel internacional como local (Acker, 1973; Delphy, 1982; Salido Cortés, 2001; Gómez Rojas, 2009; Riveiro, 2016). Quizás se trate de una situación particular de este campo de estudios, y quizás de la sociología más en general, ya no que observamos esta dificultad, por ejemplo, en el campo de los estudios culturales. Es mi impresión que en peor situación relativa se encuentra la incorporación de las relaciones sexuales, referidas a la diversidad sexual, a los estudios sobre estratificación social, tanto a nivel local como internacional. Si a nivel local, dentro de este campo de estudio, las relaciones de género (entre “varones” y “mujeres”) suelen mencionarse como un eje de desigualdad a estudiar, la diversidad sexual suele obviarse como tal.
Esta situación se contrapone, por un lado, con el gran desarrollo que han tenido los movimientos de mujeres y de lesbianas, gays, trans y bisexuales (lgtb) en las últimas décadas, y con una incipiente producción local, muy vinculada a los estudios de salud, que empieza a analizar las formas en las que las desigualdades atraviesan las vidas de los sujetos de la diversidad sexual, particularmente, mujeres trans y travestis.
Haciéndose eco de esta vacancia, el trabajo explora los perfiles sociodemográficos, habitacionales, educativos y ocupacionales de parejas homosexuales (hombres que están unidos con otros hombres y mujeres unidas con otras mujeres), en clave comparativa, con parejas heterosexuales. Para ello, se realiza un análisis cuantitativo descriptivo básico, utilizando datos construidos en base al Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010, el primer censo en el país que registra a las parejas del mismo sexo.