En un contexto como el uruguayo, donde la Democracia está felizmente instalada con firmeza desde hace ya más de treinta años y la vindicación de Derechos impulsado fuertemente por un gobierno progresista desde 2005 hasta el 2020 –por lo menos-, el movimiento pro legalización y regularización del cannabis se presenta como un ejemplo fiel del ejercicio –exitoso- de participación política juvenil organizada y profunda desde la paz y la no violencia.
Reflexionar en el análisis del derrotero de este movimiento conformado fundamentalmente –pero no solamente- por jóvenes y adolescentes, es no solo una oportunidad histórica en tiempo presente, sino también la posibilidad de comprender cómo la violencia implantada por el narcotráfico y las enormes corporaciones económicas que se nutren del mismo, pueden ser efectivamente combatidos desde la legalidad y sin presionar un solo gatillo.