En los últimos años se desarrolla un proceso supra nacional donde organismos internacionales y países de América Latina comienzan a diseñar políticas curriculares que promueven la obligatoriedad y la inclusión en la educación secundaria. Sin embargo, el desarrollo de tal imperativo se da, frecuentemente, profundizando las desigualdades. Dussel (2004) propone interrogar la narrativa que sostiene que la expansión del sistema escolar moderno es la única manera de ilustrar y democratizar a las sociedades. La equivalencia entre igualdad y homogeneización produjo como resultado el congelamiento de las diferencias. Lo mismo y lo otro, dejaron de ser conceptos móviles y contingentes para aparecer como propiedades ontológicas incuestionables e inamovibles. Este es el patrón básico con el que la escuela moderna procesó las diferencias. La modernidad colonial como máquina generadora de alteridades que, en nombre de la razón y el humanismo, excluye de su imaginario la hibridez, multiplicidad, ambigüedad y contingencia de formas de vida concretas (Castro Gómez, 2000), es parte constitutiva de la matriz escolar.
Se propone entonces analizar, desde una lectura poscolonialista, de qué modo las políticas curriculares se entraman mediante procesos de traducción desde el supra hasta el meso-nivel perforando el formato tradicional de la escuela secundaria.