“Parece faltar una visión audaz que se aventure a imaginar el largo plazo. Los debates acerca de la eficiencia podrán ser abordados con mayor legitimidad y pertinencia cuando la universidad se proponga nuevas misiones, objetivos y por qué no utopías”. Efectivamente, nuestra universidad ya no puede pensarse desde las viejas rutinas que devienen de la historia, sino que deberá repasar ese rumbo histórico y fundamentar ante la comunidad la importancia de su existencia y de su crecimiento como insumo indispensable para alimentar un proceso de progreso endógeno sustentable; y basar su desarrollo en la búsqueda de soluciones a los problemas sociales, el crecimiento económico con equidad, la praxis laboral, la diversidad cultural, el medio ambiente, los derechos humanos y la formación profesional, ética y holística de sus estudiantes, además de la custodia del acceso, la permanencia, la pertinencia, la calidad y la internacionalización de su propio sistema.