El capítulo problematiza los modelos hegemónicos de aprendizaje musical al mismo tiempo que sitúa condiciones de posibilidad en otros encuadres. Particularmente en los escenarios de protesta social. Tal como se menciona dentro de las conclusiones del capítulo, en nuestra sociedad, aprender a tocar un instrumento es la vía más conspicua para construir el conocimiento musical. La complejidad de las posibilidades performativas que los instrumentos tienen, convirtieron a la ejecución musical, a la luz de las concepciones iluministas de música y de músico, en una actividad de dedicación exclusiva, a través de la cual las personas no solamente destacan la habilidad que han logrado sino que es esa habilidad la que los diferencia a ellos como personas, muchas veces bajo la creencia de que han sido beneficiados con un don especial. La idea de tocar de cualquier modo que propusimos en el comienzo de este trabajo, pretende desandar muchas de las lógicas que nos condujeron a esto y que, si bien dieron lugar a maravillosos artistas que deleitan nuestros oídos cuando los escuchamos desde la platea o a través de nuestros auriculares, privó a millones de personas del placer enorme de participar en la música tocando un instrumento y sintiendo que tocar juntos es estar juntos, sentir juntos. Llegar a vislumbrar la posibilidad de devolver a la gente esta actividad que en muchas culturas es claramente patrimonio de todos sus miembros, que los acerca a la comunidad, que los vincula con el cosmos y que los equilibra en su propio sentir, requiere, como intentamos señalar aquí, desprendernos de algunas concepciones teórica muy arraigadas.