Se presenta el análisis de una producción artística que conjuga lo estético con lo político. La indagación parte del uso del símbolo al que acuden las artistas y su potencialidad para realizar la denuncia que permite visibilizar al acoso callejero como una herramienta de poder dentro del sistema patriarcal.
Un aspecto central constituye la pregunta acerca de la legitimación de la producción abordada en el mundo del arte, y el papel del público en la percepción de la misma. A partir de la referencia a obras enmarcadas en el movimiento feminista, el trabajo se propone impactar en la vía pública y generar reflexiones acerca de la violencia machista.
Desde una mirada al espacio de emplazamiento de la obra, se realizan una serie de consideraciones acerca de sus límites y potencialidades.