La idea de unas lecturas y su aplicación en el aula es una preocupación recurrente para quienes nos encontramos ante el acuciante desafío y pregunta acerca de qué “dar a leer” o “de leer” a otros. Y es, en el momento en el que intento dar una respuesta a este enigma, cuando surge una propuesta que funciona como esa tan preciada rosa de los vientos. Me invitan a participar de la organización de una Jornada de Literatura Infantil que tendría lugar en un instituto de formación docente para el nivel inicial y primario. Lo particular del evento sería que los invitados destacados del campo -escritores, ilustradores, editores y especialistas en promoción de la lectura- serían entrevistados por los propios alumnos.
En ese momento recordé a Ricardo Mariño en una de sus máximas y mínimas que dice “cuando los autores visitan una escuela los chicos hacen siempre las mismas preguntas. Las más repetidas son “¿De dónde saca las ideas?', “¿A qué hora y en qué lugar de la casa escribe?', “¿Qué hace cuando no escribe?', “¿Con quién vive?', “¿Cuánta plata gana?'”. Son preguntas horribles, superficiales, no literarias y todos los autores estamos hartos de contestarlas” (Mariño, 2004, p. 3). Entonces, para evitar caer en estos interrogantes les propuse unas lecturas y su aplicación y “dar vuelta el programa” de esa cursada de Enseñanza de la Lengua I del Profesorado de Educación Primaria.
Pero ¿qué podría significar dar vuelta el programa de la mano de la poética de autor como el que nos tocaba entrevistar, Istvansch, que, por cierto, escapa de la representación canónica de una literatura que sirve para enseñar sobre algún tema? ¿De qué manera esos textos literarios podrían transformarse en insumos para elaborar las preguntas de la entrevista, pero, también, para pensar en escenas de lectura y escritura desde las cuales discutir los contenidos de lengua y la literatura? Y, por último, ¿de qué modo poder pensar, de la mano de las propuestas, en unas escenas de escritura que iluminaran la tríada escritura-conocimiento-evaluación?