En este artículo se concluye que la retórica de la relocalización productiva tiene dos objetivos fundamentales de corto y mediano plazo. En primer lugar, Estados Unidos busca renegociar todos sus acuerdos bilaterales y reformular las disciplinas comerciales de la OMC, bajo la amenaza de cerrar sus fronteras a quienes se nieguen a hacer concesiones. En segundo lugar, se busca recortar costos impositivos y salariales en los países centrales, para que en caso de repatriar la producción las empresas tengan un impacto mínimo en sus estructuras de costos.
Acá se propone además la hipótesis de que la Casa Blanca alberga una seria preocupación geoestratégica de más largo plazo: los fabricantes asiáticos (en especial chinos y hongkoneses) podrían no solo tener el monopolio de la producción en masa, si no además escalar en la cadena productiva hacia actividades de mayor valor agregado, como el desarrollo de productos y tecnología, amenazando con competir en paridad de condiciones con las corporaciones occidentales. En caso de darse en China un proceso similar al de Corea o Japón, Estados Unidos podría finalmente perder su posición de potencia dominante.
Para analizar estas cuestiones el artículo presenta resultados preliminares de una investigación en curso acerca del funcionamiento y la evolución reciente de la industria de la indumentaria.
En nuestros días los traders chinos, que reciben las órdenes de trabajo y los diseños de las cadenas minoristas y marcas occidentales y se encargan de la producción, han logrado un poder inédito, a tal punto que son en muy buena medida estos quienes deciden la localización de la producción. La posibilidad de que estos lancen en un futuro no muy lejano sus propias cadenas minoristas para abastecer no solo el pujante mercado chino, si no también los maduros mercados de Europa y Estados Unidos, es una amenaza para el liderazgo de las firmas occidentales.