Desde fines del siglo XIX el Gran Chaco sufrió una perturbación ambiental con proporciones desmedidas. La explotación de sus bosques para la extracción de madera y la introducción del ganado tuvieron consecuencias nefastas sobre las praderas y el bosque seco. Las bromeliáceas, que forman el estrato herbáceo, han sufrido de manera ostensible esta agresión. Su explotación como textil y también como alimento, hace que su presencia merme de modo creciente. Por lo tanto, las comunidades nativas deben internarse a sitios cada vez más lejanos para hallar el material disponible.