Las mujeres, se sabe, han debido escribir, para decirse a sí mismas, contra los hombres, contra otras mujeres, contra el cuerpo, contra las instituciones, contra la literatura, en suma, contra lo dicho por los otros. Han debido arriesgarse entonces a estrategias diversas, de desposesión algunas, de parodia e ironía otras, de cita desautorizada, de hurto, de estilización.
Es por eso que cada generación de escritoras se ha encontrado en la necesidad de descubrir un pasado para forjar la conciencia de su sexo en la búsqueda de posibles madres literarias. Por las grietas y por los silencios Olga Orozco, Alejandra Pizarnik, Susana Thénon y Diana Bellessi se conectan en una línea escrituraria que permite vislumbrar diferentes estrategias al mismo tiempo que una política común: contra el lenguaje, esa institución. Porque lo que liga más profundamente a estas cuatro poetas y permite establecer entre ellas una línea de tradición no son tanto ciertas constancias temáticas (que podrían enumerarse rápidamente en un análisis que no haría más que rozar lo evidente, lo dicho por el poema), sino una actitud ante el lenguaje, un trabajo de indagación de las palabras con las palabras, un forzamiento que las revierte.