A lo largo de la evolución musical podemos comprobar la paulatina ampliación perceptiva del compositor. Su reconocimiento de la compleja realidad de la materia sonora y el consiguiente desarrollo de su capacidad diferenciativa y asociativa lo lleva a realizar organismos sonoros en los que las funciones básicas de balance, polaridad, uniformidad, contraste, se cumplen de modo cada vez más diverso y sintético. Los datos perceptivos legados de generación en generación — datos recogidos en el contacto con la materia sonora— abren continuamente nuevas perspectivas a la invención musical y cada nueva imagen sonora plantea la necesidad de procedimientos de realización propios.
El sonido, en sus relaciones de altura cumplió con las necesidades musicales de varios siglos. El proceso temporal, el ordenamiento rítmico de esas alturas de sonido, tuvo por momentos (especialmente durante el siglo XIV) una ampliación efectiva en la acción musical. Las otras características, intensidad y timbre, fueron adquiriendo importancia y esporádicamente se hicieron sentir en la definición de la forma.