Nuestro propósito de dar una idea acabada de la educación contemporánea correría el riesgo de caer en gruesos errores. No poseemos todos los datos necesarios para ello, y si los tuviésemos nos faltaría la objetividad en el juicio de una época en la cual participamos. Sin embargo no es ése el único motivo que fundamenta la cautela.
Aquí se trata, además, de la educación que, por su naturaleza eminentemente humana, tan ligada a lo que somos y seremos como individuos y seres sociales, parece trabar toda posibilidad de un análisis neutral.