La pregunta sobre la significación y el peso de la historia de la educación en la formación de docentes es una referencia que se ha hecho ineludible en las últimas décadas. Los motivos son diversos. Sin ser exhaustivos, podríamos decir que en parte obedece al crecimiento significativo y a la profesionalización del campo de la Historia de la Educación, que se visualiza en la consolidación de sociedades científicas que nuclean a investigadores comprometidos con el estudio del pasado educativo en sus diferentes expresiones, en la regularidad con que se realizan encuentros académicos nacionales e internacionales, en la oferta de espacios de formación, seminarios y cursos de grado y posgrado, y en la edición de revistas y publicaciones especializadas o de difusión. Asimismo, se consolidó en los últimos años una concepción que es receptiva de ese crecimiento del campo, a partir de una perspectiva creciente sobre la formación, trabajo y desarrollo profesional que posiciona a los docentes como traductores culturales, con mayores destrezas analíticas y desarrollo de su propia posición, que en la antigua tendencia a asentar su formación sobre lógicas prescriptivas.