La polémica acerca de la racionalidad o irracionalidad de los animales se sostiene en toda la Modernidad bajo el debate acerca de "el alma de los brutos". Desde Descartes, los animales son concebidos como máquinas eficientes y perfectas, pero máquinas al fin: un mero cuerpo de cuyo comportamiento no puede inferirse la existencia de un alma o mente, ya que carecerían de lenguaje y de razón. Pero a la vez, se les niega, en cuanto cuerpo, la capacidad de sentir, haciendo depender a esta de condiciones racionales. En esa delgada distinción se trazan dos líneas: por un lado, la división humano/animal; por el otro, la relación mente/cuerpo. Así, el cuerpo humano en tanto mecanismo es lo único comparable a los animales y posiciona al hombre en conexión a lo animal y a la máquina, cuyo comportamiento también está determinado por las leyes de la ciencia. La distinción se condensa en el Cogito, ergo sum, que asigna realidad al hombre desde lo inmaterial a lo material. A continuación, veremos algunas cuestiones problemáticas del planteo cartesiano que sería necesario revisar si deseamos construir una visión integral de la corporalidad.