A nivel mundial se constata un incremento de morbilidad y mortalidad relacionadas con olas de calor y la contaminación del aire en la población urbana, principalmente afectando los sectores más vulnerables. Este problema de salud pública, que se acentúa en poblaciones de bajos ingresos, se vería incrementado en las ciudades, verdaderas islas de calor, en función de los estudios epidemiológicos de los últimos cinco años. En efecto, la transformación de los paisajes nativos en densos asentamientos urbanos que retienen el calor por inhibición del ciclo de enfriamiento nocturno, se ha convertido en el conductor más importante del cambio climático en las ciudades de todo el mundo. Esta situación, y las consecuencias asociadas, dependen también de cada caso en función de la densidad y diversidad de su población, la complejidad del entorno construido y el grado de cobertura de los servicios sanitarios. En este contexto, resulta fundamental plantear estrategias para nuestros países que posibiliten la mitigación de los efectos y la adaptación de nuestra población a estos posibles escenarios futuros, para lo cual resultará fundamental analizarlas desde el concepto de riesgo, integrando los datos actuales y evaluando los impactos posibles asociados a las distintas medidas que se adopten, a partir de reconocer y caracterizar la actual situación de vulnerabilidad en que nos encontramos, identificar las distintas carencias actuales y revisar las decisiones que posibilitaron tal situación.