Lo que pretendo proponer en las siguientes líneas es que en cierto corpus discursivo (de construcción absolutamente arbitraria, por cierto), que engloba determinados discursos fílmicos de la etapa de la transición democrática, se configura una «zona liberada», o más bien, cierta zona de disputa, en donde las fronteras de lo político y lo estético se vuelven difusas, y en donde ambos campos entran en una compleja relación, en donde se condicionan y resignifican de diversas maneras.