La cuarentena lo cambió todo. Desde que la Organización Mundial dela Salud declaró la pandemia de COVID-19, el confinamiento total en Argentina nos enfrentó a un escenario inédito en el que fue necesario reconfigurar todos los aspectos de la vida cotidiana. La suspensión de clases, efectiva desde el 16 de marzo en nuestro país, llevó a todas las instituciones educativas a reformular sus propuestas existentes y promovió la virtualización compulsiva de las propuestas áulicas. En este contexto, por primera vez en la historia todos los niveles se vieron obligados a adaptar su propuesta hacia el ciberespacio. Este proceso tuvo adeptos y detractores. Mientras la inmensa mayoría de los actores educativos dispusieron una rápida puesta en marcha que incluyó capacitaciones docentes y la adaptación de las currículas a entornos de enseñanza virtual, otros optaron por la suspensión hasta junio. También existieron resistencias entre quienes tomaron el guante de la educación a distancia, que llevaron a impulsar algunas de las propuestas más interesantes: convenios con compañías de telefonía celular para garantizar el acceso libre a portales educativos, creación de sitios de enseñanza específicos para el trabajo en esta coyuntura, adaptación de las cursadas hacia modalidades de aula virtual con propuestas sincrónicas y asincrónicas.