Si algo ha logrado esta Pandemia es poner en primer plano la importancia de la comunicación. De pronto todos nos hemos vuelto expertos, capaces de juzgar si una noticia fue comunicada correctamente por las autoridades, si los números que dan cuenta, día a día, del avance del virus son reales. Aprendimos que no solo lo que se dice expresamente comunica sino que hay que saber leer entrelíneas, interpretar gestos. Nuestro olfato nos habilita a sospechar que se nos está ocultando información o que lo que se dice es exagerado o poco confiable. Cuestionamos si tanta carga informativa es necesaria, si está bien que el COVID 19 se haya convertido en tema excluyente. Incluso, hay avisos publicitarios en horarios centrales de radio y TV, que piden a sus audiencias que solo se nutran de fuentes confiables y que gradúen el acceso a la información (léase, que no estén todo el día pendientes de las noticias referidas a la Pandemia) dado que produce estados de ansiedad que, sumados al aislamiento, pueden ser nocivos para la salud mental. Así de poderosa es la comunicación. Y así de expuesta ha quedado en este particular contexto donde parecería que todo hecho cobra entidad cuando pasa por eltamiz comunicacional. Y si de comunicación se trata, la clase constituye un hecho comunicacional por excelencia, que posibilita el desarrollo del proceso de transmisión –adquisición de conocimientos. En consecuencia, debería ser sencillo asumir que todos los factores que giran en torno a la escuela se sostienen fundamentalmente en la comunicación.