En la inminencia política de todo ejercicio de la memoria queda esbozada una dialéctica entre el recuerdo y el olvido pasible de ser comprendida en los términos de un proceso iluminador de las posibilidades futuras, de un presente que va prefigurándose desde un tiempo cuya sustancia -trastocando aquí el sentido de una frase de Borges en La espera-, puede pensarse como un pasado a reconstruir críticamente. Tal vez sea ésta una de las razones que nos llevan a acercarnos a una de las obras argentinas fundacionales.
En este sentido, como desencadenante de este escrito habremos de situar –al interior de la querella de la lengua- el interrogante acerca de la incidencia del lenguaje educativo en la conformación y consolidación históricas de una identidad nacional autónoma.
Con los matices que definen el escenario argentino de la segunda mitad del siglo XIX y atendiendo a la matriz eminentemente política de la educación y su lenguaje, el presente trabajo tendrá como objetivo realizar una primera aproximación a algunos momentos de una obra realmente ineludible al tiempo de hacer referencia a la compleja relación entre educación, lengua e identidad nacional: la obra de Domingo Faustino Sarmiento. Advirtiendo la preponderancia que la educación adquiere en el proceso de institucionalización política argentino, consideraremos a las ideas sarmientinas relativas a la educación como aquellas que, de algún modo, vectorizan un proyecto político orientado hacia la producción y reproducción de una cultura y un lenguaje nacionales, de un sentido de pertenencia apuntalado en la creencia en determinados valores que la escuela primaria vendrá a encarnar para hacerlos comunes: los de la civilización, aquellos que harán moderna a la nación, y a la nación misma.