A lo largo de los últimos tres años venimos trabajando en una actualización de la investigación artística a través de distintas experiencias docentes e investigadoras. La necesidad dela que partimos era de un lado poder superar las limitaciones que encontrábamos en las principales tendencias historiográficas, y de otro lado, superarlas para poder encontrar un espacio propio para la investigación en arte. Atender esta necesidad nos ha llevado a considerar nociones como la de apreciación transversal a la hora de generar marcos de entendimiento del arte, recuperar las contribuciones epistemológicas de John Dewey o G. Bachelard, con conceptos tan interesantes y útiles para la investigación en arte como la intensificación de la vida, la autonomía relativa, o principio de la comunicabilidad de complejidades ininteligibles o bien a proponer herramientas conceptuales y actitudinales para las metodologías de investigación tales como las tres piedras angulares o la erótica del arte. Todas estas indagaciones y tentativas no han hecho sino que ir creando a lo largo de todo este tiempo un clímax más adecuado para poder avanzar con una tarea de la que no somos ajenos a su dimensión colosal y en la que muy frecuentemente el movimiento se producen palpando una oscuridad incómoda. Pero a pesar de ello, mayor es nuestra determinación para afrontar el reto, convencidos, como estamos, de lo decisivo que resulta poder distanciar el arte de cualquier pensamiento mágico y supersticioso. Una voluntad de saber en términos realistas nos convoca a la luz de las experiencias históricas que nos preceden para nada más que pensar sobre lo que estamos haciendo, más conscientes de cuáles son los límites y posibilidades que configuran la actual investigación en arte.