El objetivo de este trabajo es ponderar el modo en que una intelectual paradigmática del análisis de la cultura como es Beatriz Sarlo y un historiador como Luis Alberto Romero, interpelan a la institución escolar y las funciones que le atribuyen, en virtud de dos fenómenos propios del escenario cultural de nuestra época: la expansión y el éxito de versiones populares de la historia y la centralidad que progresivamente adquieren las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (especialmente la televisión e Internet) en la vida social y cultural de los jóvenes. Ante los aludidos fenómenos y su valoración por lo general negativa como, medios para asir la complejidad y las diferentes entradas que el pasado permite y amerita en el primer caso, y como artefactos culturales útiles para la promoción de un acercamiento fructífero y con espíritu crítico hacia aquello que se presenta en el segundo caso, la escuela es rescatada, por un lado, como el espacio a partir del cual reponer densidad y complejidad al conocimiento de nuestra historia, y, por otro, para contrarrestar el embotamiento del pensamiento que produce la imagen y la cultura de lo efímero y lo fragmentario que promueven las TIC’s.