El sistema educativo debe garantizar igualdad de oportunidades para que todos los/las estudiantes tengan acceso a una educación de calidad como derecho inalienable al conocimiento. Si bien en nuestro país, la educación es obligatoria hasta el nivel secundario y las aulas parecieran ser inclusivas, esto no necesariamente es cierto, ya que el antiguo paradigma homogeneizador, que tradicionalmente ha sido adoptado por los/las docentes, aún sigue vigente e inevitablemente conduce a la marginación y a la exclusión de muchos estudiantes. Por lo tanto, para lograr una inclusión real y revertir su expulsión del sistema, es imperioso reconocer y albergar esa heterogeneidad que es debida a múltiples factores tales como la diversidad cultural, socio-económica, de género e incluso cognitiva. Educar en aulas heterogéneas es todo un desafío que sólo es posible de abordar bajo un paradigma de la inclusión que sea capaz de adoptar un enfoque intercultural, reconociendo como un hecho que cada estudiante aprende de manera distinta y realiza recorridos pedagógicos singulares, por lo que las estrategias didácticas y metodológicas deben ajustarse a cada caso. El presente trabajo pretende invitar a reflexionar acerca de la inclusión como política pública, dando cuenta de experiencias pedagógicas acontecidas en escuelas públicas secundarias, secundaria técnica y de educación de adultos (plan FinEs) de las ciudades de La Plata y Florencio Varela, y retoma desde una perspectiva etnográfico pedagógica estas singularidades como insumo para la reflexión y la reelaboración de las prácticas de enseñanza, bajo la hipótesis de que los vínculos transferenciales que se establecen, constituyen mediadores efectivos del aprendizaje, y en consecuencia, constituyen un factor central en la resignificación del conocimiento; tomando en consideración, también, las dificultades que enfrenta la educación inclusiva integral y el impacto que éstas tienen en la labor docente que acontece en contextos laborales muy desiguales.