La etimología de palabras conforma uno de los campos que más interés suscita en las clases de asignaturas relacionadas con el lenguaje, tanto de nivel medio como superior. El aula de Lengua y Cultura Latinas I (FFyH, UNC) no es la excepción. Sin embargo, los comentarios etimológicos que los docentes solemos hacer en las clases tienen, en general, un carácter más bien anecdótico o pasajero que, por cierto, puede resultar muy exitoso en relación con la motivación de los estudiantes, pero no siempre va más allá de ello. Considero que, de esta manera, no sólo se desaprovecha una excelente oportunidad para incorporar reflexiones lingüísticas medulares para quienes se están iniciando en la especialización profesional en letras clásicas y en lingüística, sino que, precisamente por ello, queda abierta la puerta al riesgo de una banalización de la reflexión etimológica que puede conducir a razonamientos falaces basados en la etimología. En efecto, a partir de investigaciones que venimos realizando desde 2019 sobre los usos que se hace de la etimología en diversas esferas (particularmente, en los medios de comunicación formales e informales), he llegado a constatar que las menciones etimológicas suelen oscilar entre dos extremos, a saber: el comentario anecdótico y la falacia etimológica. En lo que sigue de la presente comunicación intentaré desplegar algunas potencialidades didácticas de las reflexiones etimológicas que no sólo escapan a los loci communes del comentario anecdótico y de la falacia etimológica, sino que, precisamente por ello, se erigen como potentes disparadores de discusiones que conciernen a problemas medulares de la reflexión lingüística. Por razones de espacio me detendré en sólo dos de ellas: las relativas a cambio semántico y a lexicografía.