En Amalia de José Mármol los sonidos desempeñan un papel fundamental en la identificación de la pertenencia de grupo de los personajes: hay personajes que levantan la voz, otros que susurran. El ruido se vuelve, en la novela, una tarjeta de presentación federal. Los gritos se convierten en una forma de sociabilidad: gritar no es una propiedad intrínseca de los personajes de la novela; no grita quien es gritón, grita quien está en posición de gritar. Así, los susurros unitarios se vuelven deseo e imposibilidad de gritar. Los anti-rosistas son presentados como exiliados en el silencio; personajes que añoran su posición pasada y esperan ansiosos el momento de recuperar la voz.
En este trabajo analizaré las diferencias en los diálogos rosistas y antirrosistas en Amalia, centrándome especialmente en las escenas del baile en la Casa de Gobierno ("Escenas de un baile", "Escenas de la mesa", "Después del baile" y "Daniel Bello").