Caras y Caretas constituye un corpus central para estudiar la transformación cultural de aquella etapa [la Argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX]. Perteneció al sistema misceláneo de magazine inspirado en publicaciones similares de Europa y Estados Unidos y fue concebida como una empresa moderna. Como tal colaboró en el surgimiento de una capa nueva de productores y lectores, y en la consecuente profesionalización literaria.
Demandó a sus colaboradores materiales breves, interesantes y novedosos, infundiendo en los textos el espíritu de la moderna escritura periodística. A mediados del siglo XIX, Edgar A. Poe afirmaba que en Estados Unidos la fuerte presencia del cuento se debía a las revistas semanales. Cincuenta años después uno de sus adeptos rioplatenses, Horacio Quiroga, asumía ese principio al ajustar su producción a las reglas formales y temáticas aprendidas en Caras y Caretas, donde las formas del periodismo comenzaban a impactar en la escritura destinada al nuevo público. Y lo harán también en ciertas zonas de la literatura argentina posterior, cuyo descubrimiento de la ciudad, su exploración de los márgenes, su reivindicación plebeya del lenguaje popular y su desenfado frente a la solemnidad del arte encuentran uno de sus puntos de origen en las páginas del semanario popular y comercial.
La revista fue pionera en poner a disposición de los lectores -sin distinción de clase social, jerarquía cultural o identificación política- textos e imágenes del más variado tipo para que todos, sin necesidad de acreditar competencias específicas, los apreciaran como meros consumidores en el mercado cultural.