La inserción de los jóvenes al mundo del trabajo ha sido objeto de múltiples investigaciones en todos los rincones del globo. Esta riqueza académica, no siempre conllevó a la mejor comprensión del tema, ya que en los últimos años observamos la recurrencia de ciertas afirmaciones que han sido despojadas de su contextualización espacio-temporal, o se fundamentan en datos erróneos, poco certeros o discutibles, deformando la realidad que, al menos en nuestro país, atraviesan los jóvenes. En ese sentido, en la presente ponencia ponemos bajo análisis ciertas afirmaciones que, desde nuestra perspectiva, pasaron a conformar parte del “sentido común” de los estudios sobre jóvenes, escondiendo situaciones que consideramos indispensables comprender, complejizar y develar. Dichas “verdades naturalizadas” que, según Ronald Barthes, no ocultan la realidad, sino que la deforman (1999: 115), son las que denominaremos “mitos”. Según dicho autor, la semiología nos enseña que “el mito tiene a su cargo fundamentar, como naturaleza, lo que es intención histórica; como eternidad, lo que es contingencia” (idem: 129). Desde una perspectiva durkheimneana, según M. Mauss, el mito es una institución social. Es decir implica una convencionalidad explícita o implícita, y no existe jamás solamente para un individuo aislado. La idea de mito como institución social nos aproxima a las afirmaciones que nos abocaremos a analizar, dado que se trata de convenciones compartidas.