Los girasoles ciegos de Alberto Méndez se inscribe en el gran conjunto de obras literarias españolas contemporáneas que abordan la Guerra Civil y la posguerra, y la recuperación de la memoria histórica, traumática y mutilada. Algunas están atravesadas por cierto ánimo conciliatorio; otras, como Los girasoles ciegos, ponen de relieve el conflicto, lo exteriorizan en toda su magnitud. Ponerle palabras al silencio, darle un nombre a la ausencia, hacer público el vacío, nos acerca a la verdad, al conocimiento, a la comprensión. En la obra de Méndez, voz y silencio marcan dos ámbitos irreconciliables: el afuera y el adentro, los otros y “nosotros”, lo anónimo y lo oficial, la luz y la oscuridad, la memoria y el olvido, la vida y la muerte. Sin embargo, estos términos no son absolutos:
pueden invertirse e, incluso, convertirse en una unidad contradictoria o paradójica. La película de Cuerda y Azcona retomará esta serie de dicotomías y también la contradicción. Proponemos analizar, a partir de la idea de la inversión de opuestos y de la paradoja, el “diálogo” que entablan la palabra y el silencio en la obra de Méndez y en la de Cuerda y Azcona, en un espacio simbólico.