Son conocidos los debates conceptuales probablemente inconclusos que ha suscitado la noción de descentralización, incluída su identificación como proceso, como pauta organizacional, como estado, como paradigma, y aún como valor o atributo. Aquí partiremos de un atajo muy fuerte, que no desconoce aquélla discusión y procura objetivos más simples. En primer lugar aclararemos que nuestra preocupación refiere a la descentralización gubernamental o “publica” y partiremos de la base que el fenómeno de la descentralización es multidimensional e involucra al menos un aspecto organizacional, otro político institucional y otro fiscal. Dentro de este último aspecto o dimensión, pretendemos revisar brevemente el problema de la mensura, que en sus dificultades arrastra toda la complejidad intrínseca de la noción. Como sabemos, si se adoptan los flujos de ingresos o gastos realizados o asumidos por niveles de gobierno distintos al nacional o central no emerge de ello que se hayan producido efectivas transferencias de autoridad que impliquen a su vez concretas traslaciones de capacidad de decisión en torno a responsabilidades y competencias “más allá del centro”. Sin embargo, sin ignorar las críticas que ello suscite, sigue siendo inevitable recurrir a las variables puramente fiscales para alcanzar al menos una aproximación al fenómeno, sin perjuicio de recordar sus limitaciones. En esa línea, a partir de algunos recientes elementos cuantitativos disponibles consideraremos el estado del problema, procurando obtener un panorama de alcance internacional.