La vanguardia es un fenómeno que puede contextualizarse dentro del arte moderno, aunque esto no significa que, todas las expresiones artísticas de la modernidad son o deban ser necesariamente vanguardia. Si la modernidad se caracteriza, entre otras cosas, por la autonomía del arte, este proceso podría contextualizarse y fecharse en Europa, entre finales del siglo XVIII, continuando su desarrollo en los siglos XIX y XX.
Si el concepto de modernidad implica una crítica del pasado, un compromiso para el cambio, un sentido de militancia debido al sentimiento de inconformismo y sobre todo “una confianza en la victoria final del tiempo y la inmanencia sobre las tradiciones que intentan parecer eternas, inmutables y trascendentalmente determinadas”; es claro el por qué los modernos estuvieron a favor del desarrollo y la aplicación de la vanguardia en el arte.
En América esta autonomía se concreta más tardíamente, a finales del siglo XIX.
A partir de 1920 hicieron su entrada en Latinoamérica las corrientes artísticas de vanguardias europeas.
Si bien muchos de estos movimientos ya tenían una estructura propia, con postulados y manifiestos que los conformaban y definían, aquí los artistas tomaron elementos de cada uno de ellos de manera personal e innovadora, permitiendo el dinamismo y favoreciendo el desarrollo de un arte propio, que no sea copia fiel de lo europeo, que nada tenía que ver con la situación social que se vivía de este lado del mundo.
“El hecho de ser americanos (…) quedó registrado en alguna forma de la obra (…). Otros artistas, que volvían a América tras un período relativamente breve en el extranjero, se dedicaron a la creación de formas específicamente americanas del modernismo”.
El siguiente trabajo tomará como punto de partida a Brasil. Dentro de este país tuvo lugar el desarrollo de un proceso denominado “modernismo brasileño” el cuál surge en 1920 y continúa en la década del ’30 con base sólida en Sao Paulo y Río de Janeiro. Así mismo, se acotará al desarrollo de revistas culturales del período.