El objetivo de este trabajo es mostrar cómo se va construyendo la voz narrativa en la novela Veladuras de María Teresa Andruetto, teniendo en cuenta que detrás de la voz que narra hay múltiples voces. Rosa Mamaní es la protagonista y la voz que narra la historia pero su voz está atravesada por las historias de los otros, por la voz misma del paisaje de la puna jujeña, que se escucha en las bagualas, en el silencio de los cerros y en las recetas que sabe cocinar su abuela. Entonces, decimos que la voz que narra es a su vez una voz narrada, ya que Rosa Mamaní en la medida que se narra a sí misma está siendo narrada por su padre y por su abuela, por la memoria que otros conservan de un lugar, por todo ese saber que le viene de ese norte que irá construyendo en su relato.
Narrar es un oficio y así como en el trabajo de las veladuras, en que lo nuevo se vuelve viejo y se cubre lo que está roto y expuesto, a partir de una técnica; en el acto de narrar, lo que hacemos, de manera inversa, es otorgarle un sentido a nuestra experiencia. La narración utiliza la palabra como herramienta para desenterrar o des-ocultar lo que no se nos revela, lo que se nos escapa. Sólo narrando nuestra historia comprendemos quiénes somos. Andruetto reflexiona sobre este punto: “encontrar eso que somos y que con palabras se construye (…) La escritura nos conduce a través del lenguaje, como si el lenguaje fuera –lo es- un camino que nos llevara a nosotros mismos”. (Andruetto, 2001: 39) La memoria, que tiene un lugar importante en la narrativa de Andruetto, es fundamental para reconstruír toda historia ya que cuando no hay recuerdo porque no hay una voz que narre esa historia, ante el olvido, aparece la invención y el acto de narrar y ser narrado se vuelve un arte. Toda la novela está hecha de palabras y sobretodo de espacios hechos de silencios, que la autora irá articulando en el texto, que como un cuerpo viviente, respira y no está acabado definitivamente