Una vía para prevenir el fracaso, que ha sido explorada con muy buenos logros en diversos países, son los programas de alfabetización temprana (Neuman & Dickinson, 2003). De hecho, las experiencias realizadas en nuestro país con el programa ECOS (Borzone & Marro, 1989) mostraron que los niños de 5 años de nivel socioeconómico bajo pueden aprender a leer y escribir a esa edad (Marder, 2013, 2011). En síntesis, resulta evidente que los efectos de un medio pobremente alfabetizado no son irreversibles, en tanto se conceptualicen las diferencias individuales no como indicadores de las dificultades para aprender sino como indicadores de la cantidad y calidad de la intervención educativa necesaria y temprana que debe proveerse para garantizar el aprendizaje de todos los niños. Para ello es necesario elaborar e implementar programas que respondan a dichas características.