A partir del Proceso de Bolonia (1999), la educación superior y la investigación francesas (ESI), al igual que otras áreas claves como la energía, los transportes y las telecomunicaciones, se ven afectadas por importantes reestructuraciones. En nombre de una perpetua modernización del servicio público y, luego, de una política de austeridad con la que se justifican los recortes de presupuesto, la ESI ha sido descuartizada, desmantelada y remodelada en tiempo récord. Las reformas iniciadas por el Pacto de Investigación (2006) y la LRU1 (2007), sumadas a una política de restricción regular en la contratación de docentes titulares, han generado una serie de consecuencias sobre la institución universitaria y las condiciones de trabajo y de empleo del personal (I). Para el personal en su conjunto (administrativo, técnico, docente o de investigación) las reorganizaciones en cascada inducidas por las reformas han sido –y seguirán siendo por un tiempo indeterminadosinónimo de extensión de sus funciones y de intensificación continua de su carga de trabajo.
Esta situación se conjuga, por un lado, a una constante disminución de los recursos y, por el otro, a una multiplicación de conminaciones contradictorias. Así, son cada vez más los trabajadores de la universidad que se enfrentan con la imposibilidad crónica de hacer bien su trabajo. Estos ingredientes son evidentes factores de riesgos psico-sociales (Gollac y al., 2012) : agotamiento, desaliento, deterioro del ambiente laboral y erosión del sentido mismo del trabajo.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)