En las últimas décadas los estándares de habitabilidad han crecido en forma significativa, demandando gran cantidad de dispositivos, conexiones, espacio propio y de accesibilidad para los equipos que, de no ser tenidos en consideración en los momentos iniciales del proyecto, pueden poner en riesgo la fidelidad de la idea arquitectónica.
En la enseñanza tradicional, los sistemas infraestructurales de servicios, se asumen como un mecanismo que permite un intercambio de materia y energía que ingresa y egresa del edificio, generando un pensamiento fragmentario, aditivo de las decisiones proyectuales.
Es necesario y urgente asumir nuevos enfoques disciplinares en la enseñanza de la arquitectura, de manera de contribuir a minimizar el impacto que cada nuevo proyecto genera en el territorio. Los sistemas infraestructurales deben pensarse como componentes arquitectónicos integrales que sustituyan la idea de desecho por la de recurso.
El desarrollo tecnológico ha asumido un rol preponderante en la creencia que con más tecnología se pueden corregir los problemas que genera. Esta narcotizante sensación comienza a resquebrajarse como consecuencia del agotamiento de los recursos energéticos no renovables, poniendo en crisis el mandato de la mecanización. Si bien la mecanización de la infraestructura de servicios ha tomado un rol preponderante, es necesario reposicionarse para que el “proyecto arquitectónico tome el mando”.