El texto, concebido en el marco de una investigación más amplia acerca de la enseñanza del arte y sus problemas recurrentes denominada Diez formas de arruinar una clase, aborda, a partir del análisis de un fragmento escénico, la tensión que se suscita entre la adhesión conquistada por la pregnancia del material escogido y la vacancia de claridad respecto de su propósito dentro de una secuencia pedagógica, enfatizando en los recursos que provienen de aquella alteración que, con amplitud, podríamos denominar formal y sus consecuencias semánticas y expresivas.