Uno de los tópicos fundamentales del humanismo consiste en situar al “hombre” como eje vertebrador de las relaciones con el mundo y, en consecuencia, como “amo y señor” de la naturaleza. En su ensayo El narrador, Walter Benjamin bosqueja otra forma de concebir a la naturaleza y a los animales. Por eso, el narrador encarna la figura del justo entendido como “el abogado de la criatura”. En los relatos del narrador se deja oír “la voz de la naturaleza” y se manifiesta “el mundo de las criaturas”. En la tarea del narrador se lleva a cabo así un descentramiento del hombre que permite hacer aflorar el “reino de las criaturas” en su profundidad mística. Este tratamiento de Benjamin de la criatura, lo coloca, por así decirlo, en el umbral de un “post-humanismo”, que pone de manifiesto la potencialidad política del narrador.