Tras las sucesivas crisis y fracasos de las prácticas artísticas orientadas por una concepción política que hoy se ve desde diferentes perspectivas como problemática, resulta interesante la dilucidación de los presupuestos y las premisas que constituyeron el sustrato de algunos movimientos cuyos programas intentaban ligar el arte a la política y, con ello, a la vida. A partir de la segunda posguerra, la lógica de las vanguardias artísticas argentinas responde, en general, a planteos surgidos de la racionalidad política de la militancia marxista internacional. Esta traspolación entre campos de actividad y entre fronteras geopolíticas, con sus aciertos y desatinos, dio como resultado no solo un importante acervo de arte nacional (concretismo, invencionismo, madí, nuevo realismo, conceptualismo, etc.), sino también la apertura, dentro del campo artístico, de un espacio primero de réplica y apropiación inmediata, pero luego de crítica y reelaboración que llevó, sin exageraciones, a que el campo de la reflexión en arte (la estética, la filosofía y la historia del arte) tuviera mucho que pensar y que decir sobre la praxis política y sus vínculos con la práctica artística. Es en estas coordenadas que la figura del pensador argentino (y es en estos dos últimos aspectos que se lo rescata aquí) Tomás Maldonado, referente actual e internacional del diseño y otrora militante comunista y artista de vanguardia, fundador del Invencionismo, cobra especial relevancia.