La mayoría de personas que habitan las cárceles son varones, jóvenes, morochos; varones que de manera consciente e inconsciente construyeron una identidad de género masculina. Estas masculinidades se transforman cuando el contexto que se habita es un contexto de privación de libertad, donde todo está regulado por otro.
Desde el feminismo nos encontramos con la deuda de trabajar con esas masculinidades, de generar estrategias y escenarios de intervención que nos permitan desandarlas, cuestionarlas y reconstruirlas. Si trabajamos sólo con aquellos varones que tienen predisposición para sumergirse en este desafío, ¿cómo podemos abonar a una transformación real? ¿cómo llegar a aquellos lugares que más cuesta? ¿cómo trabajar con varones violentos, varones de sectores populares, varones en contexto de encierro? Ante este panorama que parece solo abonar a la construcción de una masculinidad hegemónica con sus particularidades, se abre la pregunta de si es posible interpelar a estas masculinidades y propiciar un proceso de deconstrucción a partir de talleres en el marco de un proyecto de extensión1. Para desandar este interrogante, en un primer momento daré un encuadre teórico-político para en segundo momento desarrollar ciertos aportes para la intervención en este contexto. Entiendo que este trabajo se enmarca en una incipiente aproximación a la temática, y que queda mucho por seguir reflexionando, debatiendo y construyendo.