Más allá de las diferencias o rasgos epocales, generacionales, los núcleos que dieron origen a la profesión docente la siguen estructurando. Entre ellos, un rasgo destacable es que ha sido prioritariamente femenina, de corte salvacionista y vocacionista. Al feminizar la carrera docente, contribuyendo a abaratar costos (las maestras cobraban menos que los maestros1) podría reconocerse que no sólo se estableció una diferencia en relación a un salario más bajo, sino que la discriminación fue más profunda; las mujeres no tenían derecho a estar agremiadas, entre otras cosas, marcándose así una división sexual de las actividades profesionales (López O, 2008: 19). A medida que aumenta la presencia de mujeres, disminuyen las remuneraciones, la ocupación pasa a ser considerada poco calificada, y cae su prestigio social (Yannoulas, 1996: 58).
Otro aspecto de incidencia contextual es el hecho de ser una institución educativa situada en territorio ancestral mapuche. Desde el año 2010, a raíz de las becas estudiantiles nacionales ofrecidas a aquellos que portaran identidad indígena, empieza a hacerse visible lo invisible. Comienza un trabajo lento de reconocimiento y también de algunas acciones enmarcadas en la necesidad de pensarse como institución intercultural.
La construcción de una perspectiva de análisis y acciones tanto de género como intercultural, cada cual de su lado, intenta visibilizar lo que permanece oculto en las relaciones humanas y actúa perfilando modos de exclusiones, en muchas oportunidades negadas.