Entendiéndolo como unidad de análisis, en primer lugar delimitaremos el concepto de cuerpo con el objetivo de reflexionar sobre algunas ideas que nos acompañaran a lo largo de este escrito. Para ello tomaremos lo corporal como campo.
Los registros históricos que componen e integran este campo han sido descriptos por varios autores. Por ejemplo Michel Foucault (2000), quien realiza una paciente descripción de las relaciones de poder existentes en nuestras comunidades. Según este autor, el poder produce con la eficacia de los movimientos, mediante mecanismos de control su organización interna. La escala de control que analiza vincula el cuerpo a un nivel del movimiento, los gestos y actitudes.
Se establece así una relación que el autor denomina de docilidad-utilidad. Este entramado de relaciones que se visualizan es complejo y nos permite poner de manifiesto la circulación del poder.
Siguiendo en esta línea, podríamos decir que hay dos estados basculando en un mismo cuerpo. Uno que describiríamos como fenómeno de acumulación, sedimentación que impone formas y pertenece a lo instituido y otro que impulsa a la expansión, que tan poéticamente describe Antonin Artaud, como ese cuerpo que está “harto de los órganos”.
Un cuerpo afectado. Aquel de la experimentación, hecho de tal forma que sólo puede ser ocupado por las intensidades que pasan y circulan.