La fuga de Moreno y sus dos compañeros -Gavino y Melgarejo- de los toldos de Shaihueque, culminó cuando avistaron el fortín militar situado en la confluencia de los ríos Neuquén y Limay. “Estamos salvados”, exclamaron. El oficial del fortín, capitán Crouzeilles, y el teniente Batalla, les ofrecieron hospitalidad y los pocos alimentos disponibles. Escribe Moreno: “Escusado es decir que los buenos soldados del fortín ofrecieron todo lo poco que tenían. ¡Qué bueno estaban el caldo de yegua y las doce galletas que comí!”.